Demonios históricos DVD Arthaus Musik, s.f. (101 279)
Andrzej Hiolski como Urbain Grandier en la hoguera, escena final de Los demonios de Loudun, Stuttgart, 1969
LOS DEMONIOS DE LOUDUN (DIE TEUFEL VON LOUDUN) de Krzysztof Penderecki. Dirección musical: Marek Janowski. Director de escena: Konrad Swinarski. Reparto: Tatiana Troyanos (sor Jeanne), Cvetka Ahlin (sor Claire), Ursula Boese (sor Louise), Helga Thieme (sor Gabrielle), Ingeborg Krüger (Philippe Trincant), Elisabeth Steiner (Ninon), Andrzej Hiolski (Urbain Grandier), Bernard Ladysz (padre Barré), Hans Sotin (padre Rangier), Horst Wilhelm (padre Mignon), Ernst Wiemann (padre Ambrose), Karl-Heinz Gerdesmann (Jean d'Armagnac), Rolf Mamero (Guilleaume de Cerisay), Kurt Marschner (Adam), Heinz Blankenburg (Mannoury), Helmut Melchert (barón de Laubardemont), William Workman (príncipe Henri de Condé), Carl Schultz (Bontemps), Franz-Rudolf Eckhardt (Secretario del Tribunal), Arnold van Mill (Asmodeus). Orquesta y Coro de la Ópera Estatal de Hamburgo. Director de coro: Günther Schmidt-Bohländer. Escenografía: Lidia y Jerzy Skarzynski. Filmado en condiciones de estudio por Joachim Hess, 1969. Sonido Mono; subtítulos en alemán, castellano, francés, inglés e italiano. Duración: 108 minutos.
Desde hace varios años, conseguir la grabación en estudio hecha para Philips en 1969 de Los demonios de Loudun se volvió imposible. Se remata a un muy alto precio en diversos sitios de internet y mientras no se reedite (en formato económico es de esperar), quienes la tienen pueden considerarse con un respaldo económico nada despreciable. La ópera de Krzysztof Penderecki ha recibido algunas otras representaciones (por ejemplo, la de Kupfer en Dresde el 2002) y es extraño que todavía no contemos con una edición en devedé de alguna de ellas. Probablemente ahora que disponemos de la versión fílmica de 1969 veremos salir al mercado otra más reciente (algo similar a lo sucedido con Cardillac de Hindemith, cuya grabación discográfica en DG es inconseguible, pero que en muy poco tiempo pasamos de contar con ningún respaldo visual a, no uno, sino dos en devedé).
La ópera de Penderecki se estructura en tres actos de corta duración, aunque la intensidad de los mismos le dan a la obra un peso considerable. Quienes estén familiarizados con el ensayo de Aldous Huxley The devils of Loudun, en el cual se basa mediatamente el libreto, notarán lo condensado que se encuentra en la ópera el argumento y la agilidad con que se suceden las escenas, muchas veces con una estética cinematográfica que recurre a efectos como el cross cutting o superposición de escenas temporalmente simultáneas, y flashforward (de hecho, al inicio vemos parte de la última escena según una visión de sor Jeanne). La trama recoge un caso de posesión diabólica ocurrido en el pueblo de Loudun en 1634. Varias monjas ursulinas, y en particular su priora, la jorobada sor Jeanne des Anges, son presa de visiones y espasmos atribuibles a la presencia de Urbain Grandier, un muy apuesto sacerdote del pueblo que no ha dudado en utilizar su encanto para seducir a algunas mujeres del pueblo. El cura no goza del favor de muchos y hay también razones políticas para deshacerse de él. Estos dos conflictos se entrecruzan constantemente; así, el Acto II transcurre entre exorcismos y negociaciones para que los muros de la ciudad, posible defensa protestante, no sean derribados. Ambos, con todo, conducen a un tercer aspecto de la ópera: el de la creencia religiosa del propio Grandier. El Acto III, con crudeza, muestra las torturas a las que se somete al cura declarado culpable, escenas en las cuales Grandier madura como personaje, aunque su final en la hoguera sea ineludible.
La música de Penderecki contribuye a generar entornos opresivos y tensionados. Ello no le impide, sin embargo, entregar retratos musicales grotescos, como el del boticario y el cirujano, o crear escenas de una villanía caricaturesca, como el complot para hundir a Grandier. La atmósfera que rodea a sor Jeanne parece estar electrizada, a lo que contribuye la línea de canto sensual que se le ha asignado. La exuberante percusión se muestra en racimos, privilegiando bloques de sonido compactos, pero llenos de matices. Un acierto es el bajo eléctrico, especie de continuo que marca con sutileza las maquinaciones de los conspiradores.
Tatiana Troyanos como Sor Jeanne, Los demonios de Loudun, Stuttgart, 1969
La ópera tuvo originalmente dos estrenos casi simultáneos. En Hamburgo, Konrad Swinarski montó un escenario realista para el estreno mundial, un 20 de junio de 1969; en Stuttgart, tan solo dos días después, Günther Rennert ofreció una versión naturalista, con menos recato y mucha mejor recepción por parte de la audiencia. El trabajo de Rennert no ha quedado registrado y la versión recogida en el devedé es la de Swinarski. Es difícil pronunciarse acerca de su teatralidad, en particular considerando la dirección de cámaras de Joachim Hess, siempre moviéndose en derredor de los solistas, pero nunca ofreciendo visiones panorámicas (que a juzgar por fotos, podrían haber ayudado en la caracterización de los espacios más imponentes, como el final del Acto II en la iglesia). Hay un énfasis en los rostros y en tomas largas (a veces, cada escena es capturada en una sola). Pero a Hess no se lo puede culpar demasiado (de hecho, hay que agradecerle haber registrado esta producción histórica). Si existen fallas, ellas están en la concepción de Swinarski.
Una forma algo cursi de enfrentar esta ópera es mediante el miedo. Muchos auditores de la versión en estudio han asegurado que la escena de los exorcismos les provoca susto. Si bien sería impropio impugnar ese sentimiento legítimo (cada cual teme a lo que puede), no creo que haya aquí, ni menos en el ensayo de Huxley, la intención de retratar el aspecto sobrenatural de la posesión demoníaca. Tomemos la escena más conocida, la de los exorcismos. Al abrirse el Acto II escuchamos el latín del padre Barré exigiendo al "más inmundo de los espíritus" que abandone el cuerpo de Jeanne. Ciertamente el tono no es festivo y el retrato musical es tenebroso, pero después de fallidos intentos por expulsar a Asmodeus (que se ha alojado en el bajo vientre de la monja), Barré acepta que "la Iglesia debe moverse con los tiempos". Así, el boticario Monsieur Adam provee un irrigador lleno con un cuarto de galón de agua bendita. Frank Zappa habría dicho que "Tatiana Troyanos suena absolutamente maravillosa durante la escena del enema". Y de hecho |