Para Fabio Sparvoli, la puerta de entrada al mundo de la dirección escénica fue el ambiente del teatro experimental en Roma de mediados de los setentas, colaborando con Mario Scaccia y Gianfranco Varetto. En 1980 comenzó su larga relación con el Piccolo Teatro de Milán y con Giorgio Strehler, de quien fue asistente entre 1982 y 1989 con memorables puestas de Arlecchino servitore dei due padroni, L'anima buona di Sezuan, Il Temporale y La grande magia.
En 1984 se produjo el salto al mundo de la ópera de la mano de Roberto De Simone, al que asistió hasta 1995. En 1987 hizo su debut como director en el Piccolo Teatro con Portate venti, questi dolci versi, y en 1988 realizó su primera dirección escénica de ópera en el Festival de Montepulciano con una producción de L'ape musicale, pasticcio con libreto de Lorenzo Da Ponte. Desde entonces, Sparvoli ha tenido una actividad ininterrumpida en los teatros líricos italianos, pero también en Francia, España, Irlanda, Rusia, Chile y Montevideo, ganándose un lugar entre los directores más destacados de la escena lírica actual.
¿Cómo nació su vocación por el teatro lírico? Mi primer contacto con el teatro lírico fue en la Ópera de Roma, tendría unos catorce años, y fue una ópera de Wagner, Sigfrido |