Daniel Levy / Fotografía de Carla Parodi Almaraz
El firmamento pianístico suele estar tapizado de estrellas notorias que han sabido aportar a la interpretación musical algo más que el mero virtuosismo, la destreza o la habilidad titánica. Casi podría decirse que un verdadero artista ofrece algo más que todo eso, ya que en definitiva el acto comunicativo está directamente relacionado con una cualidad que excede el dominio del instrumento. Una mirada integral sobre la interpretación indudablemente le hace lugar a la expresividad.
Daniel Levy ha cimentado su carrera en base a su calidad pianística, fundada en las enseñanzas del maestro Vicente Scaramuzza y de Ana Gelber, pero también a su criterio interpretativo claramente asociado a una actitud reflexiva. Los comienzos de la charla nos remontan a los inicios de su formación musical, camino que nos lleva indefectiblemente hacia esos dos importantes maestros de piano.
1. El comienzo del estudio del piano |
Durante una buena parte del siglo XX el piano fue uno de los instrumentos más frecuentes para ciertos sectores de la sociedad argentina. Aquel contacto temprano con el instrumento determinaría, en muchos casos, una sólida vocación.
¿Cómo llegó a tomar clases de piano? Mi madre estudió piano por un cierto período y lo dejaron evidentemente ahí, a lo mejor con la idea de que yo en algún momento me aproximara. Me llamaba mucho la atención y empecé a buscar, a escuchar, a tocar algunas notas que repetía siempre, como improvisando. Empecé a estudiar a los siete u ocho años con una prima, que estaba estudiando en ese momento con el maestro Scaramuzza. Fue una cosa paulatina hasta más o menos los doce años en donde la cosa se fue presentando con más interés. Ahí empecé a estudiar con Ana Gelber. Esa fue una formación muy particular, su enseñanza era de gran una tenacidad. En un determinado momento me dice |