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Ensamble Musica Fiorita en el Fernández Blanco: Estallido barroco
Por Luciano Marra de la Fuente
 

ESTALLIDO BARROCO POR EL MUSICA FIORITA
Museo de Arte Hispanoamericano Isaac Fernandez Blanco, Suipacha 1422
Martes 2 de mayo, 19.00

La Piazza San Marco de Venecia, alrededor de 1730, en una pintura del italiano Canaletto, contemporáneo al compositor Antonio Vivaldi

ENSAMBLE MUSICA FIORITA (Suiza). Dirección: Daniela Dolci, cembalo. Denis Lakey, contratenor. Miki Takahashi, violín solista. Michèle Party y Johannes Frish, violines. Alejandro Fiore, viola barroca. Felix Knecht, violoncello. Federico Abraham, contrabajo. Rafael Bonavita, teorba. Margit Übellacker. “La influencia italiana en el barroco del viejo y nuevo mundo”. Gletle: Bonum certatem. Merula: Ballo detto “Pollicio”. Castello: Sonata XIII. Merula: Ballo detto “Gennaro”. Anonimo: “Quis me a te sponse separabit” del Archivo de Concepción, Bolivia. Vivaldi: “La Primavera” y “El verano” de Il cimento dell’ Armonia e dell’ Inventione, Op 8. Anónimo: Adagio de Folias del Archivo de Concepción, Bolivia. Vivaldi: Cantata Cessate, se mai cessate. Ciclo “Suiza-Argentina: Puentes Musicales”, auspiciado por la Embajada de Suiza en Argentina.

El Ensamble Musica Fiorita realizó el pasado martes 2 de mayo su única actuación en Buenos Aires, luego de haber participado del Festival Internacional de Música en Ushuaia y del Sexto Festival de Música Renacentista y Barroca Misiones de Chiquitos, Bolivia. El grupo, dirigido por la clavecinista Daniela Dolci fue creado en Basilea, Suiza, y está integrado por instrumentistas de todas partes del mundo.

Con el título “La influencia italiana en el barroco del viejo y nuevo mundo”, presentó un programa integrado por obras vocales e instrumentales, algunas creadas en Italia y otras fuera de ella. Por Italia, hubo seis obras de Tarquinio Merula, Dario Castello y el veneciano Antonio Vivaldi. Por los compositores influidos en el “viejo y nuevo mundo”, se interpretó una obra del suizo Johann Melchior Gletle y dos que datan de la primera mitad del siglo XVIII y que se conservan en el Archivo de Concepción de Bolivia.

Para las obras vocales, se contó con la participación del contratenor estadounidense Denis Lakey, que manifestó expresividad en los pasajes lentos y se sintió algo sobrepasado en la zona aguda en partes rápidas. Sin embargo, fue muy interesante su interpretación de la cantata Cessate, se mai cessate de Vivaldi, donde acentuó la expresividad de los “ariosos” y fue preciso en las partes rápidas de las “arias da capo”, forma característica del Barroco Tardío.

Justamente esa forma fue la que se escuchó en “Quis me a te sponse separabit” del Archivo de Concepción de Bolivia. Con su marcada estructura de tres secciones contrastantes, donde la primera se vuelve a escuchar luego de la segunda, los ritornelli que separaban cada parte sonaron a la manera de Handel, pomposos y galantes. Resultó una verdadera curiosidad encontrar esas similitudes.

Un elemento muy particular del “bajo continuo” que presentó el Musica Fiorita fue la presencia del psalterio que se acoplaba al sonido del cembalo. El psalterio es un instrumento de cuerdas estiradas en una caja de resonancia que son pulsadas por dos palillos. Original de Oriente Próximo, se introdujo a Europa en la Edad Media por España. Es por tal motivo que fue extraño escuchar esa sonoridad tan asociada a lo medieval en el lugar del bajo continuo barroco. Fue una lástima escuchar a veces que sonaba desafinado con respecto al cembalo.

El Adagio de las Folias del Archivo de Concepción de Bolivia, interpretado por el psalterio, primer violín y bajo continuo (violoncello, contrabajo y teorba) – todos en pizzicatti –, demostró las habilidades técnicas de Margit Übellacker y la belleza melódica de la pieza. Algo similar ocurrió con los balli de Tarquinio Merula, sencillos en sus melodías, pero de una escritura contrapuntística que hacían del juego de imitaciones un verdadero placer sonoro.

Las mejores partes de esta presentación estuvieron en los dos conciertos de Vivaldi de Il cimento dell’Armonia e dell’Inventione, Op. 8, “La primavera” y “El verano”, destacándose la labor del concertino Miki Takashi. Expresividad y seguridad, virtuosismo técnico y buena afinación son todas cualidades que Takashi hace con su violín barroco. Aquí el Ensamble mostró el estallido rítmico característico en Vivaldi con gran precisión, aunque en algunas partes lentas se notó alguna que otra desafinación.

Fue didáctico el hecho de dar lectura al poema que escribió Vivaldi sobre “La primavera”, antes de su interpretación. Con voz bien proyectada, Daniela Dolci recitó en italiano las descripciones que el autor quiso que fueran trasladadas a su partitura. En comparación, pareció un tanto monótona la traducción al español que ofreció Rafael Bonavita, intérprete de teorba.

La presentación fue bien recibida por el público numeroso que colmaba la sala de conciertos del Fernández Blanco, tanto fue así que el Ensamble tuvo que interpretar una obra fuera de programa: “La soranza” de los Affetti musicali, Op. 1, de Biagio Marini. Esta pequeña aria fue interpretada de manera alegre y festiva por Lakey y el Ensamble –que también cantó tímidamente. La melodía repetitiva nos hizo recordar a la que Claudio Monteverdi, contemporáneo de Marini, usa en L’incoronazione di Poppea en la escena de los parientes de Séneca.

Para concluir, la actuación del Ensamble Musica Fiorita en Buenos Aires resultó ser una buena oportunidad para escuchar un repertorio poco frecuente y para tomar contacto con un grupo de jóvenes instrumentistas que transmitieron la pasión que esa música tiene.

Luciano Marra de la Fuente

Publicado originalmente el sábado 13 de mayo de 2006.

 
Publicado el 21/07/2006
     
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