Eugenia Fuente (Brangania) y Eiko Senda (Isolda) en el primer acto de Tristán e Isolda, Teatro Argentino, La Plata, 2011
TRISTÁN E ISOLDA, drama musical en tres actos de Richard Wagner. Estreno platense. Funciones del jueves 25 y sábado 27* de agosto de 2011 en la Sala Alberto Ginastera del Teatro Argentino de La Plata. Dirección musical: Alejo Pérez. Director de escena: Marcelo Lombardero. Escenografía: Diego Siliano. Vestuario: Luciana Gutman. Iluminación: Horacio Efrón. Elenco: Leonid Zakhozhaev / John Pierce* (Tristán), Katja Beer / Eiko Senda* (Isolda), Hernán Iturralde / Christian Peregrino* (Rey Marke), Douglas Hahn / Fabián Veloz* (Kurwenal), Leonardo Estevez / Ernesto Bauer* (Melot), Adriana Mastrángelo / Eugenia Fuente* (Brangania), Gustavo Monastra / Francisco Bugallo* (Un pastor), Mauricio Thibaud / Oreste Chlopecki* (Un timonel), Sergio Spina / Santiago Bürgi* (Un marinero). Orquesta y Coro Estables del Teatro Colón. Director de coro: Miguel Martínez.
Escribir sobre la obra de Richard Wagner genera algo parecido a lo que ocurre cuando se asiste a una de sus óperas. La sensación de que algo importante está por ocurrir, de que no se trata de una noche más en el teatro. Pero ¿en qué consiste eso tan importante, trascendental? ¿Qué hace que el público se disponga con entusiasmo a permanecer estoicamente sentado durante cuatro o cinco horas? ¿Qué otro compositor ha suscitado tantas reflexiones filosóficas que abarcan desde Nietzsche, Heidegger y Adorno a Edward Said, Alain Badiou y Slavoj Zizek? Hay una mística en torno a Wagner que hace que el público reciba sus obras con la misma devoción que un practicante de cualquier religión se entrega a los rituales propios de su fe.
El mismo Wagner, con su permanente referencia a lo puro, lo absoluto y fundamentalmente con su megalómano concepto de Gesamtkunstwerk (obra de arte total) crea la impresión de que no habría nada más allá, que con él se ha llegado al non plus ultra no solo de la Música sino del Arte mismo. Como todo culto tiene su templo, el wagnerianismo tiene el suyo en la ciudad de Bayreuth, en el teatro diseñado por el mismo Wagner que desde 1876 es sede del Festival de Bayreuth que se realiza anualmente y en el que, generación tras generación, se han delegado el rol de Sumo Sacerdote los miembros del clan Wagner (aunque no siempre con absoluto consenso como lo describe Luciano Marra de la Fuente en La saga de los Wagner: Una breve historia del Festival de Bayreuth y Todos contra Bayreuth: La última pelea de los Wagner por el Festival).
Lo que también provoca cierta fascinación es que en el mundo sonoro wagneriano todo está hecho |