Kirsi Tiihonen (Isolda) y Petra Lang (Brangania) en el primer acto de Tristán e Isolda, Teatro Municipal, Santiago de Chile, 2009
TRISTÁN E ISOLDA de Richard Wagner. Funciones del sábado 20 y martes 30* de junio de 2009 en el Teatro Municipal de Santiago de Chile. Dirección musical: Rani Calderón. Dirección de escena: Marcelo Lombardero. Escenografía e iluminación: Ramón López. Vestuario: Luciana Gutman. Dirección de arte y multimedia: Diego Siliano. Reparto: Jon Fredric West / John Keyes* (Tristán), Kirsi Tiihonen (Isolda), James Johnson (Kurwenal), Petra Lang (Brangania), Kristinn Sigmundsson (Marke), Patricio Sabaté (Melot), José Castro (un pastor), Pedro Espinoza (un joven marinero), Juan Pablo Dupré (el timonel). Orquesta Filarmónica de Santiago. Coro del Teatro Municipal, director: Jorge Klastornick.
En el año 1859 Darwin publicó El origen de las especies y Marx la Contribución a la crítica de la economía política. Es coincidentemente también el año en que Richard Wagner concluye la composición de Tristán e Isolda, su drama musical sobre la pareja medieval víctima de una pócima de amor. Ha pasado siglo y medio desde entonces y hay algo extraño en esa confluencia del cientificismo de los primeros, verdaderos satanes de la modernidad para muchos, y el irracionalismo del último, que borbotea regularmente por referencia al budismo, la metafísica y Schopenhauer (aunque raras veces se explica cualquiera de estos ruidos). Probablemente Wagner hoy sea percibido como un autor más domesticado y cercano al público, lo que se refleja en la enorme cantidad de devedés del Anillo que hoy circulan. En la era post Star Wars, las valquirias surcando el cielo son parte del panorama cotidiano. El Wagner nuestro de cada día resulta cada vez menos polémico, lo cual no tiene por qué ser necesariamente malo, pero no deja de ser curioso que las polémicas wagnerianas se reduzan hoy básicamente al antisemitismo y a la escasez de intérpretes aptos. Ahí donde Darwin y Marx siguen siendo resistidos, Wagner parece infiltrarse como un sistemático guía espiritual en la era del desconsuelo moral.
El Teatro Municipal no pretendía conmemorar Tristán e Isolda, pues originalmente había programado Tannhäuser. Ajustes económicos hicieron preferible revivir el montaje de hace dos años de la primera con los mismos intérpretes programados para la segunda. Solución barroca, pero efectiva, aunque quizá el poco tiempo de distancia que separó al estreno de su reposición hubieran hecho preferible el retorno del Lohengrin de Alfred Kirchner, que también resistía el reciclaje vocal. La puesta de Marcelo Lombardero está tan fresca como antes (puede leerse el comentario de hace dos años) y solo un par de cambios se han incluído, por ejemplo la animación digital del marinero al comienzo de la ópera. La atmósfera virtual de Diego Siliano es ya un sello de Lombardero, pero uno sigue esperando algo más de elocuencia en el más bien estático acto segundo. Ramón López ilumina en tonos marinos todos los actos, lo que puede provocar cierta fatiga después de tres horas. Luciana Gutman viste muy bien a sus mujeres, pero su apuesta no resulta demasiado atractiva en los hombres, en particular un Tristán apagado y plano. La comparsa con tendencia sadomasoquista sigue ahí y hasta pareció menos agresiva (lo cual... no es menor).
Kirsi Tiihonen (Isolda), Johan Fredric West (Tristán) y Petra Lang (Brangania) en el primer acto de Tristán e Isolda, Teatro Municipal, Santiago de Chile, 2009
Jon Fredric West venía precedido de una larga carrera wagneriana. El respaldo audiovisual de su Tristán en la muy kitsch producción de Peter Konwitschny hacía difícil predecir cómo iba a resultar su desempeño hoy, diez años después y en una puesta muy diferente. Lo cierto es que West entregó un retrato vocalmente espléndido del torturado personaje. No sólo es efectivo frente a las cortantes costumbres de Isolda en el primer acto, sino que escruta con vehemencia en las preguntas que lo acechan en el tercero. Logra momentos líricos de hermosa confección en el dúo del acto segundo y raras veces se oye un monólogo final tan enérgico y entregado, en particular por las dificultades vocales que, a esas alturas de la noche, tiene que enfrentar el tenor. Es difícil saber cuánta de esa entrega puede haberle pasado la cuenta en las siguientes funciones, pues a contar de la tercera fue reemplazado por John Keyes. El tenor norteamericano posee una voz baritonal que redunda en una cierta ambigüedad vocal cuando se mueve al agudo, a ratos dando la impresión de dos voces distintas. Esto es particularmente extraño en el acto tercero, donde las diferentes alucinaciones del personaje, coronadas por exclamaciones brillantes, sonaban forzadas. Discreto desempeño, aunque es de notar que se mostró más amoroso con Isolda que su colega.
Kirsi Tiihonen (Isolda) y Petra Lang (Brangania) en el primer acto de Tristán e Isolda, Teatro Municipal, Santiago de Chile, 2009
La soprano finesa Kirsi Tiihonen es una Isolda de cuidada factura. La voz es estable y manifiesta poco cansancio en las varias horas de función. Llega con particular elegancia a su muerte de amor, cerrando con un delicado pianissimo la última función. Es de las Isoldas elevadas, no muy dada a la venganza ni al erotismo, pero sí al desprecio y al sacrificio. Su acto segundo es parejo, pero algo más de color vocal no vendría mal, en particular en una más bien fría primera función. Petra Lang ya había cantado el mismo rol hace dos años y es siempre grato oírla. Brangania es un rol secundario, pero puede resultar dominante cuando el cantante logra imponerse a la pareja. Ese es ciertamente el caso de Lang. No solo porque derechamente la puesta la favorece al mantenerla expectante durante la primera entrevista de los amantes y hacerla cantar su primera advertencia no |