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"Carmen" en el Teatro Argentino de La Plata: Más española que francesa
El nuevo título de la temporada platense no superó lo rutinario y tuvo más brillo en lo musical que en el planteo escénico. Por Ernesto Castagnino
 

Más española que francesa
Teatro Argentino de La Plata
Domingo 26 de agosto, 17.00

Luis Lima (Don José) y Virginia Correa Dupuy (Carmen), primer acto de Carmen, Teatro Argentino, La Plata, 2007

CARMEN, ópera en cuatro actos de Georges Bizet. Dirección musical: Mario Perusso. Dirección escénica: Daniel Suárez Marzal. Reparto: Virginia Correa Dupuy (Carmen), Luis Lima (Don José), Leonardo Estévez (Escamillo), María José Siri (Micaëla), Ana Laura Menéndez (Frasquita), Mónica Sardi (Mercedes), Gabriel Renaud (Remendado), Sebastián Sorarrain (Dancaire), Norberto Marcos (Moralès), Mario De Salvo (Zúñiga). Escenografía y vestuario: Jorge Ferrari. Iluminación: Gabriel Lorente. Coreografía: Omar Saravia. Orquesta, Coro y Ballet Estables del Teatro Argentino. Director de coro: Sergio Giai. Coro de niños, dirección: Mónica Dagorret.

Algo que muchos régisseurs olvidan es que Carmen no es una ópera española sino francesa, basada además en la obra de un escritor francés. El exotismo de una tierra y unas costumbres extrañas y distantes es un recurso habitual en la ópera del siglo XIX y no se limita al lejano oriente como en Lakmè de Delibes, Turandot o Madama Butterfly de Puccini e Iris de Mascagni, por citar algunos ejemplos. España seguía siendo para el resto de la Europa "civilizada" un país de costumbres casi medievales, habitado por mujeres ardientes y hombres de agresiva masculinidad.

Carmen reúne las miradas de cuatro franceses (Prosper Mérimée, autor de la novela, Henri Meilhac y Ludovic Halévy, responsables del libretto, y Georges Bizet, compositor) sobre la Espagne, ese mítico país construido por la literatura y la música francesas del siglo XIX. No me parece exagerado considerar a Carmen como la recreación de un mito en el que se expone, como en cualquier mito, un intento de explicar lo inexplicable. Desde la antigüedad clásica hasta hoy, el mundo occidental crea y recrea mitos desde los cuales encontrar una lógica a las desestabilizantes pasiones humanas, contrarias al equilibrio buscado por la Razón. Como en los mitos griegos, el punto de partida es también aquí la hybris (el exceso): la cólera de Aquiles, la venganza de Electra, los arrebatos amorosos de Zeus se rescriben en la literatura, el cine, la música y la pintura hasta el día de hoy. ¿O acaso el drama que nos ocupa no aparece ya en el triángulo amoroso de Menelao, Paris y Helena?

El personaje de Carmen representa a la mujer libre, de instintos casi animales y cuya lógica es incomprensible, extraña, pero a la vez atractiva y perturbadora a los ojos de los refinados franceses. Un recurso habitual -en mi opinión errado- para hacer menos extraña o inquietante la conducta de la gitana, es caracterizarla como una libertina o prostituta vulgar que zarandea sus caderas, levanta su pollera, y camina con los brazos en jarra. ¿Incurre la dirección escénica de Daniel Suárez Marzal en estos errores? En parte sí. Una concepción de trazos gruesos más que de sutilezas, con un escenario atestado de figurantes, bailarines, coro y solistas, crea un espectáculo monumental perdiendo la esencia y la gama de colores de este drama narrado musical y dramáticamente, insisto, a la francesa.

Vimos la España de Suárez Marzal más que la Espagne de Bizet y Mérimée. Lo confirma el comentario que el régisseur escribió para el programa, titulado "Sevilla de mis tristezas", en el que fundamenta la concepción escénica en sus vivencias en España. La protagonista se presenta con todos los clichés arriba mencionados confundiendo la sensualidad irresistible de Carmen con vulgar provocación. Aunque tal vez la idea menos feliz fue la de un toreo (con capa y todo) introducido en la escena final en el que Don José esquiva las arremetidas de una no muy convencida Carmen devenida toro. Una "estilizada" plaza de toros diseñada por Jorge Ferrari fue la escenografía básica sobre la cual se superponían los demás elementos que diferenciaban un acto de otro. El espacio quedaba algo reducido, haciendo poco fluidos los movimientos de solistas, coro, bailarines y figurantes. El vestuario, también firmado por Ferrari, resultó algo simple y uniforme.

Luego de la cancelación de Kate Aldrich (1), la mezzosoprano Virginia Correa Dupuy, una voz de centro firme pero algo limitada en los extremos, abordó con convicción un rol que excede sus posibilidades actuales (2). Algo insegura en la Habanera, fue mejorando en el transcurso de la ópera y cantó una escena de las cartas convincente, aunque su registro grave no resultara suficiente. Soy de los que opinan que si la cantante que interpreta a Carmen no tiene especial talento para la danza es preferible que no baile, ya que desluce su interpretación sumándole una exigencia innecesaria.

El tenor cordobés Luis Lima, con un buen conocimiento del rol de Don José, estuvo sin embargo fuera de estilo, intentando ocultar un inevitable deterioro vocal con gritos y exabruptos que dejarían a I Pagliacci o Cavallería Rusticana como óperas de bel canto. Para conocer lo que era capaz de hacer con este rol debemos acudir al video del Covent Garden de 1991, aunque en los momentos más líricos pudo mostrar la calidad de una voz que nos conmovió en pasadas temporadas del Teatro Colón.

María José Siri, a quien escuchamos en mayo algo exigida en La traviata del Teatro Colón, recibió una muy merecida ovación por su composición de una Micaëla ejemplar, tierna y emotiva en un rol que se acomoda perfectamente a su temperamento y a su voz de soprano lírica. Otro acierto fue el breve pero excelente aporte del bajo Norberto Marcos como Moralès, a quien esperamos escucharlo en roles más importantes en el futuro. Sólo cumplió Leonardo Estévez como Escamillo, quien, algo falto de volumen, compuso un torero poco seductor.

Final del segundo acto de Carmen, Teatro Argentino, La Plata, 2007

La orquesta dirigida por Mario Perusso interpretó con equilibrio y disciplina una de las partituras más populares del repertorio, desplegando una buena gama de matices y colores propios de la refinada música francesa. El punto débil de la concertación de Perusso estuvo en los conjuntos, especialmente el quinteto del segundo acto que sonó desarticulado. El coro (incluido el de niños) tuvo una digna actuación aunque las limitaciones de espacio lo obligaran a permanecer en la escalera o el piso.

En resumen, esta representación de una de las óperas favoritas del público evidenció algunas desprolijidades en el reparto y la dirección escénica, aunque tuvo en María José Siri el momento más brillante de la tarde y tal vez uno de los más destacados de esta temporada platense.

Ernesto Castagnino
ecastagnino@tiempodemusica.com.ar
Septiembre 2007
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Notas
(1) Se informó que el motivo fue un ofrecimiento para debutar en el Festival de Salzburgo, por lo que Correa Dupuy, que encabezaba el otro reparto, asumió el elenco principal.
(2) La tessitura de Carmen conviene tanto a mezzosopranos como a sopranos dramáticas, y requiere de una voz densa y oscura que descubra la gama de colores adecuados para esta heroína (sensual y traviesa al comienzo, grave y trágica al final).

Imágenes gentileza Teatro Argentino / Fotografías de Guillermo Genitti.

Imágenes centrales: Dos escenas de Carmen: Virginia Correa Dupuy (Carmen) y Luis Lima (Don José) en el primer acto y los mismo con María José Siri (Micaëla) en el tercer acto, Teatro Argentino, La Plata, 2007
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Publicado el 02/09/2007
     
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