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"El Holandés errante" en el Teatro Avenida: Un barco wagneriano en Buenos Aires
Con gran expectativa se recibió esta nueva producción de Buenos Aires Lírica que tuvo un buen nivel general pese a algunos deslices en la puesta en escena. La fuerza de la música y el texto se sobrepusieron a las dificultades. Por Ernesto Castagnino
 

Un barco wagneriano en Buenos Aires
Teatro Avenida / Viernes 3 de agosto, 20.00

 

Escena final de El Holandés errante, Buenos Aires Lírica, Teatro Avenida, 2007

EL HOLANDÉS ERRANTE de Richard Wagner. Dirección musical: Guillermo Brizzio. Puesta en escena: Fabián von Matt. Reparto: Homero Pérez-Miranda (Holandés), Mónica Ferracani (Senta), Hernán Iturralde (Daland), Enrique Folger (eric), Marta Cullerés (Mary), Santiago Bürgi (Timonel). Escenografía: Pilar Camps. Vestuario: Sofía Di Nuncio. Iluminación: Eli Sirlin. Coro de Buenos Aires Lírica y orquesta. Director de coro: Juan Casasbellas.

Exaltación romántica, metafísica musical, ópera sinfónica... Muchos son los conceptos con los que estudiosos, críticos y musicólogos intentan definir la obra de Richard Wagner. Su figura, sus ideas, su música son provocadoras -no hay duda de ello- y a nadie resultan indiferentes, generando aún hoy apasionados rechazos y entusiastas adhesiones. Su ensayo antisemita El judaísmo en la música, publicado en 1850, sigue siendo un hueso duro de roer para los wagnerianos y motivo de debates históricos. No sucede nada parecido con otros compositores, pero Wagner siempre despierta polémicas y su obra demanda introducciones, prefacios, explicaciones: el espectador u oyente novato se siente como Parsifal, ingresando en un círculo secreto de iniciados. Wagner fue el primer wagneriano, con un narcisismo casi megalómano y consciente de su genialidad, contribuyó a crear la adoración o antipatía que provoca en el público de todos los tiempos.

La programación de Wagner en los teatros convoca a novatos e iniciados, a wagnerianos y antiwagnerianos a reavivar el clima de expectativa y polémica que despiertan sus obras desde que fueran estrenadas hace más de un siglo. Las dificultades técnicas, las dimensiones de la orquesta, las escasas voces "wagnerianas", son algunos ingredientes en la expectativa de un público ávido de renovar sus votos o incorporarse a la logia wagneriana. En este clima se presenció este Holandés errante propuesto por Buenos Aires Lírica, esfuerzo retribuido por el público con una intensa ovación. No voy a extenderme en los aspectos históricos o teóricos de la obra, para lo cual el lector puede remitirse al artículo El Holandés fantasma en un buque errante o Breve introducción al mundo sonoro y teatral de Richard Wagner realizado por Luciano Marra de la Fuente.

Homero Pérez-Miranda (Holandés) y Mónica Ferracani (Senta) son observados
por el Ángel en el segundo acto de El Holandés errante, Buenos Aires Lírica,
Teatro Avenida, 2007

Lo mejor de la velada estuvo en las voces masculinas, en principio, el Holandés de Homero Pérez-Miranda dominó la escena desde su primera aparición amarrado a la proa del buque y sostuvo la tensión dramática hasta el final con una voz de bajo-barítono de buena factura, aunque su fonética alemana resultara ligeramente exagerada. Hernán Iturralde cantó admirablemente un Daland más bonachón que siniestro, bien caracterizado como el mezquino padre de Senta. Mónica Ferracani no estuvo a la altura, mostrando un excesivo vibrato que afeaba su correcta interpretación de la mujer entregada a su propio destino. El ataque de ciertas notas resultaba brusco e inadecuado a la naturaleza de este personaje, ya que Senta no es Isolda y esperamos de ella un canto más mórbido que heroico. El rol de Erik fue asumido por Enrique Folger, con voz suficiente pero fuera de estilo: su interpretación se acercó más al verismo italiano que al romanticismo alemán. Bien el Timonel del tenor Santiago Bürgi y de la Mary de Marta Cullerés sólo puede decirse que afortunadamente tiene escasas intervenciones.

La dirección de Guillermo Brizzio ayudó a crear un buen clima a pesar de las dificultades propias de un foso que no permite reunir la orquesta requerida por la partitura. El coro masculino estuvo algo mejor que el femenino, pero ambos sufrieron una dirección escénica equivocada, sobre todo los marineros que simulaban borrachines empujándose y forcejeando exageradamente, restando dramatismo a la escena del encuentro con sus pares en el buque fantasma.

Homero Pérez-Miranda (Holandés), Hernán Iturralde (Daland) y
Mónica Ferracani (Senta) en el segundo acto de El Holandés errante,
Buenos Aires Lírica, Teatro Avenida, 2007

Lamentablemente no fue ese el único desacierto de la régie de Fabian von Matt que se empeñó en explicar y agregar escenas y mimos que no beneficiaron el desarrollo escénico: el prólogo mudo donde una Senta niña escucha -supuestamente- de parte de Mary el relato sobre el Holandés y luego dibuja su retrato no molestó tanto como el ángel (!) que merodeaba al Holandés innecesariamente. Tal vez von Matt no confió suficientemente en la fuerza del texto que Wagner concibió en su estadía parisina y que no necesita de mímicas ni explicaciones. El marco escenográfico de Pilar Camps, compuesto por paneles móviles y diversa utilería, estuvo a mitad de camino entre lo naïve y lo realista, y resultó algo inconsistente. Queda sin justificación el intervalo que se introdujo entre el primer y segundo acto en una obra que Wagner pensó para ser ejecutada sin pausa alguna.

A pesar de estos deslices de la dirección escénica y algunos problemas vocales ya señalados, el esfuerzo y compromiso de todos los participantes de la producción hizo que el barco del Holandés llegara a buen puerto, recibido por un público que después de tanta espera agradeció fervorosamente esta propuesta wagneriana (1).

Ernesto Castagnino
Agosto 2007

Imágenes gentileza Buenos Aires Lírica / Fotografías de Liliana Morsia
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Nota
(1) Desde la década del '30 no se realizaba una obra escénica de Wagner fuera del Teatro Colón.

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Publicado el 09/08/2007
     
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