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"La traviata" en el Teatro Solís de Montevideo: Solari-Siri, una Traviata con acierto uruguayo
Por Javier Villa (enviado especial a Uruguay)
 

Solari-Siri, una Traviata con acierto uruguayo
Teatro Solís de Montevideo
Sábado 23 de Septiembre, 20.00

 

 María José Siri protagonista de La traviata, segundo acto,
cuadro segundo, Teatro Solís, Montevideo, 2006

LA TRAVIATA, ópera en tres actos de Giuseppe Verdi. Dirección musical: Federico García Vigíl. Puesta en escena: Marga Niec. Escenografía: New York City Opera. Diseño de escenografía: Thierry Bosquet. Iluminación: Martín Blanchet. Director de coro: Antonio Domenighini. Reparto: María José Siri (Violetta Valery), Jean-Luc Viala (Alfredo Germont), Darío Solari (Giorgio Germont), Sandra Scorza (Flora Bervoix), Eduardo Salsamendi (Marqués D´Obigny), Luciano Mohito (Barón Douphol), Teresa Techera (Annina), Martín Nusspaumer (Gastone), Carlos Colman (Dr. Grenville), Leonardo Ferrando (Giuseppe), Ulrich Scharader (Mensajero). Orquesta Filarmónica de Montevideo. Coro Del Sodre.

En su segundo título de la temporada lírica 2006, el Teatro Solís de Montevideo ofreció una nueva versión de La traviata de Giuseppe Verdi, sin dudas el título de su producción que caracteriza mejor el ideal verdiano de la ópera como drama humano. Desde el inicio de su etapa compositiva, Verdi había abordado temáticas históricas, es decir, no contemporáneas con su época, aunque es preciso mencionar que existía un trasfondo "político nacionalista" en esas obras propio de la situación italiana del siglo XIX. Basada en La Dame aux Camélias de Alejandro Dumas (hijo), su estreno en La Fenice de Venecia en 1853 fue un verdadero fracaso, situación que se revirtió al año siendo respuesta en otro teatro veneciano, el San Benedetto.

El estilo de canto verdiano es heredero del belcantismo de sus antecesores de la primera mitad del siglo XIX, pero su innovación aporta una caracterización psicológica mejor acabada de los personajes. En La traviata hay una mayor flexibilidad melódica, más expresiva, que encuentra, junto a un tratamiento orquestal de mayor riqueza, un medio para obtener una sólida construcción escénico-musical.

La soprano María José Siri -que ya había interpretado a Violetta en Buenos Aires- transitó con altos y bajos la dificultad de la partitura. Se la vio algo sobrepasada por las dificultades técnicas del primer acto, en el que se escucharon agudos forzados y una escasa afinidad para el canto ornamentado. En cambio, en el segundo acto, su fraseo se tornó más cálido, más musical, logrando en el dúo con Germont los mejores momentos de su interpretación, como así también desde el punto de vista escénico donde se la notó más comprometida. Para el final, la nostálgica aria "Addio del passato" también encontró a Siri en buen momento vocal, consiguiendo un fraseo más sutil con pianissimos. Una pena que no utilizara ese recurso en el agudo final del aria que sonó con excesivo volumen.

El Alfredo Germont que interpretó el tenor francés Jean-Luc Vialá careció del elemento romántico característico de este joven aristocrático y, por sobre todo, de una actuación más sobria y entregada. La voz áspera acusa el paso del tiempo, consiguiendo notas forzadas y un vibrato demasiado amplio. La intervención del barítono Darío Solari resultó ser lo más atractivo de la representación: una voz bien impostada, un bello timbre y lo más importante, la calidad de su refinado fraseo. Quizá a su Germont le faltó en algunos momentos cierto aplomo o mayor prestancia escénica, pero la cualidad citada de su canto hizo olvidar esa endeblez. Un tanto incómodo, estilísticamente hablando, estuvo Luciano Miotto como el Marqués D´Obigny: su voz encuentra en el repertorio buffo rossiniano mejores resultados.

Cuadro segundo del Segundo acto de La traviata,
Teatro Solís, Montevideo, 2006

Marga Niec ideó una puesta tradicional con algunos aspectos paradójicos que quitaron continuidad al discurso musical, como fue la prolongada pausa en la recapitulación de "Sempre libera" que fuera marcada a Siri. El diseño escenográfico resultó grato desde el aspecto visual, no siempre concordante con la ubicación histórica de la obra, en una extravagante mansión de Flora Bervoix. Mejor logrado el último acto, en el cual la marcación actoral propició un desenlace que se adecuó de manera más solvente y con una oportuna iluminación.

Una conducción poco consistente la de Federico García Vigíl al frente de la Filarmónica de Montevideo. No logró una adecuada concertación con los intérpretes, hubo algunos notorios desfasajes y algún contrariado pasaje musical como fue la resolución del aria "Sempre libera" en la cual María José Siri ya había entonado la última nota, y la orquesta aún tocaba el acorde de tensión en vez de resolver junto con la soprano. El sonido fue destemplado con algunas desafinaciones, sin embargo en algunas ocasiones se encontró el espíritu y estilo verdiano. Discreto el desempeño coral que también ofició de ballet.

Un teatro como el Solís bien merecería tener una más variada temporada lírica en donde se puedan apreciar títulos más variados -convengamos que sólo fueron dos y en idioma italiano- o haber incluido alguna ópera mozartiana en el año aniversario de su nacimiento. Seguramente esto sería recibido con gratitud por parte del entusiasta público local. Esta Traviata fue un claro ejemplo de ello, en donde los locales Siri y Solari se destacaron con una labor decorosa.

Javier Villa

Imágenes gentileza Teatro Solís. Fotografías de Magela Ferrero.

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Publicado el 08/10/2006
     
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