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“Manon” en el Teatro Colón : El juego de los espejos o quién es quién en el teatro
Con la magnífica puesta de David McVicar, la certera dirección de Philippe Auguin y un equipo vocal convincente, se presentó una sobresaliente versión de la ópera de Massenet. Por Ernesto Castagnino
 

Anne Sophie Duprels (Manon) y John Osborn (Des Grieux)
en el primer acto de Manon, Teatro Colón, 2010

MANON, ópera en cinco actos de Jules Massenet. Funciones del martes 10 y sábado 14* de agosto de 2010 en el Teatro Colón. Producción original de la Lyric Opera de Chicago. Dirección musical: Philippe Auguin. Puesta en escena: David McVicar, en reposición de Loren Meeker. Escenografía y vestuario: Tanya McCallin. Iluminación: Paule Constable, en reposición de Kevin Sleep. Coreografía: Michael Keegan-Dolan, repuesta por Colm Seery. Principales intérpretes: Anne Sophie Duprels / Paula Almerares* (Manon), John Osborn / Juan Carlos Valls* (Des Grieux), Víctor Torres / Luciano Garay* (Lescaut), Carlos Esquivel (Conde Des Grieux), Osvaldo Peroni / Gabriel Centeno* (Guillot), Gustavo Gibert / Alejandro Meerapfel* (Bretigny), María José Dulín (Poussette), Daniela Tabernig (Javotte), Gabriela Cipriani Zec (Rosette). Orquesta, Coro y Ballet Estables del Teatro Colón. Directora del Ballet: Lidia Segni. Maestro preparador del Coro: Marcelo Ayub.

Me disculpo de antemano por la arbitrariedad que supone toda generalización pero esta ópera de Massenet condensa como pocas el espíritu musical francés y me empuja a la siguiente reflexión: la música teatral francesa, a diferencia de los desbordes dramáticos de la ópera italiana, implica un disfrute más reposado, más intelectual, aún en el más trágico de los momentos. A diferencia de su par italiana que se orientó a la síntesis y el efecto emocional, la ópera francesa se aferró durante mucho tiempo a un formato de cinco extensos actos, ballet y grandes coros incluidos, y cuya máxima expresión se dio en la grand opéra de la primera mitad del siglo XIX. Esta dilatación de los tiempos hace perder a veces contundencia, pero en cambio permite ganar en detalles y matices. Haríamos mal en exigirle a la ópera francesa los golpes de efecto a los que nos tiene acostumbrados el teatro lírico italiano o esperar de ella la profundidad metafísica del drama musical alemán, pero lo que sí encontraremos es una infinita capacidad para el entretenimiento, con melodías irresistibles, de línea elegante y sensualidad desbordante.

El régisseur David McVicar fue plenamente conciente de todo esto a la hora de montar en 1997 su versión de Manon para la English National Opera de Londres. Luego de pasar por Barcelona (1) y varias ciudades de los Estados Unidos, la famosa producción llegó a Buenos Aires para que podamos comprobar que el concepto mantiene su fuerza y no ha envejecido. McVicar en correspondencia con lo anteriormente dicho acerca de la ópera francesa, no descuidó los numerosos matices y sutilezas que pueden descubrirse en esta opéra comique, además de resolver con gran inteligencia los movimientos del coro y los bailarines en un dispositivo escenográfico muy original.

La escenógrafa y vestuarista Tanya McCallin ideó un semicírculo de gradas en las que el coro observa, como público, una representación. Mientras el público se acomoda en sus butacas, en el escenario a telón abierto se ven aparecer los personajes que ocuparán sus puestos en las gradas. Ese semicírculo completa

 
Publicado el 18/08/2010
     
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