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“Elektra” en Chile : Simplemente sangre
Buenos resultados obtuvo el drama musical de Richard Strauss, presentado por el Teatro Municipal de Santiago en una versión semiescenificada de Michael Hampe. Ann-Marie Backlund y Susanne Resmark lucieron las luces y sombras de la retorcida trama. Por Cristóbal Astorga Sepúlveda (corresponsal en Chile)
 

Jeanne-Michèle Charbonnet, protagonista de Elektra, Teatro Escuela de
Carabineros, producción del Teatro Municipal de Santiago de Chile, 2010

ELEKTRA, drama musical en un acto de Richard Strauss. Funciones del jueves 24 y domingo 27 de junio de 2010 en el Teatro Escuela de Carabineros, organizadas por el Teatro Municipal de Santiago de Chile. Dirección musical: Rani Calderón. Dirección de escena: Michael Hampe. Escenografía y vestuario: Germán Droghetti. Iluminación: Ramón López. Elenco: Jeanne-Michèle Charbonnet (Electra), Ann-Marie Backlund (Crisótemis), Susanne Resmark (Clitemnestra), Donald Kaasch (Egisto), Harry Peeters (Orestes), Evelyn Ramírez (la confidente), Jenny Muñoz (la portadora de la cola), Pedro Espinoza (un joven sirviente), Jorge Negroni (un viejo sirviente; y el tutor de Orestes), Miriam Caparotta (la celadora), Lina Escovedo (primera sirvienta), Evelyn Ramírez (segunda sirvienta), Claudia Godoy (tercera sirvienta), Paulina González (cuarta sirvienta), Pamela Flores (quinta sirviente). Orquesta Filarmónica de Santiago. Coro del Teatro Municipal, director: Jorge Klastornick.

Elektra fue la primera colaboración del compositor Richard Strauss con el poeta Hugo von Hofmannsthal. Estrenada en Dresde en 1909, supuso la falsa coronación de Strauss como la punta de lanza del modernismo. Con una orquesta pantagruélica y voces que reclaman lo más selecto del abolengo wagneriano, Elektra rozaría los bordes del atonalismo para relatar una vez más las miserias de la estirpe de los atridas. A pesar que Strauss enmendaría el rumbo a contar de su siguiente ópera, la mozartiana Rosenkavalier, el libretto de von Hofmannsthal sienta las bases de los temas que ambos abordarían en sus siguientes trabajos: la fidelidad conyugal, la memoria, y la restauración de la confianza. Estamos lejos de la exploración metafísica del matrimonio que ambos producirían en Die Frau ohne Schatten o del revisionismo mitológico de Die Ägyptische Helena, donde a diferencia de Elektra, la infidelidad de otra pareja real, Menelao y Helena, conduce a la reconciliación.

No es precisamente el matrimonio lo que ronda en Elektra. El asesinato de Agamenón a manos de su mujer Clitemnestra y su amante Egisto, si bien constituye un quebrantamiento del orden, no se convierte en el eje de la ópera. Es la venganza de esa afrenta lo que mueve los hilos durante los cien minutos de duración de una pieza que coloca al auditor frente a una experiencia musical extenuante. El recuerdo de los muertos alimenta la despojada vida de la princesa Electra y convertido finalmente en pura violencia cierra la ópera con dos crímenes que presagian no el regreso de la paz, sino, como en la tragedia griega, el comienzo de un nuevo problema.

Entrada de Clitemnestra de Elektra en el Teatro Escuela de
Carabineros, producción del Teatro Municipal de Santiago de Chile, 2010

El tamaño del foso del Teatro Escuela de Carabineros hizo necesario cubrirlo, subir la orquesta al escenario y representar la ópera en una versión semi-escenificada o semi-concertada, según cómo se quiera ver el vaso. Las proporciones del Teatro afectaron a las de la Filarmónica de Santiago, pues se utilizó la versión para orquesta reducida. Esto no es necesariamente malo considerando la acústica del recinto que tiende a lo estridente, proyectando la percusión más allá de lo deseable. La lectura de Rani Calderón es bastante precisa y, como es su costumbre, favoreció tiempos menos frenéticos que la regla. El dominio de la masa orquestal está logrado gracias a un férreo control que impidió el desbande, siempre tan común en los pasajes más cacofónicos como la entrada de Clitemnestra o la danza final.

Ubicada al fondo del escenario, la orquesta estaba encajonada por la escenografía de Germán Droghetti. Recubriendo las paredes de rojo, líneas transversales daban la impresión de grandes baldosas o, más probablemente, una gran red, uno de los tópicos de la Orestiada de Esquilo. Para ese entorno sangriento Michael Hampe proporcionó una régie tradicional que respetó ciertas indicaciones usualmente pasadas por alto: Clitemnestra hace su entrada desde una superficie elevada (acá, un balcón) y Egisto se asoma por una ventana (acá, una puerta) antes de ser asesinado. Hampe dotó de enorme vitalidad al desplazamiento, de suyo coartado por las dimensiones reducidas del escenario, provocando efectos morbosos de buen gusto como el cortejo de bailarines que acompañan el ingreso de la reina. Una reproducción gigante de lo que es conocido como

 
Publicado el 14/07/2010
     
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