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[DVD] "Nabucco" de Verdi en la Ópera Estatal de Viena 2001: Elaborando el pasado
El primer éxito operístico de Giuseppe Verdi es presentado en una puesta en escena impactante y estimulante, con un elenco encabezado por Leo Nucci y Maria Guleghina. Por Cristóbal Astorga Sepúlveda
 

Elaborando el pasado
DVD TDK 2005 (DVWW-OPNAB)

Coro en el comienzo del "Va' pensiero", tercer acto, cuadro segundo,
Nabucco, Ópera Estatal de Viena, 2001

NABUCCO, ópera de Giuseppe Verdi. Dirección musical: Fabio Luisi. Dirección de escena: Günter Krämer. Reparto: Leo Nucci (Nabucco), Miroslav Dvorský (Ismaele), Giacomo Prestia (Zaccaria), Maria Guleghina (Abigaille), Marina Domashenko (Fenena), Goran Simic (El Gran Sacerdote de Baal), Walter Pauritsch (Abdallo), Renate Pitscheider (Anna). Orquesta y Coro de la Ópera Estatal de Viena. Director de coro: Ernst Dunshirn. Escenografía: Manfed Voss y Petra Buchholz. Vestuario: Falk Bauer. Iluminación: Manfred Voss. Wiener Staatsoper, 9 de junio de 2001. Sonido LPCM Stereo, DTS 5.1 y DD 5.1; subtítulos en alemán, castellano, francés, inglés e italiano. Duración: 126 minutos. DVD TDK 2005 (DVWW-OPNAB).

Sin lugar a dudas, el pasaje más famoso de Nabucco, y de casi toda la producción verdiana, es el coro de los judíos en el Acto Tercero, "Va' pensiero". Sabemos, gracias a Roger Parker, que no hubo bis en el estreno de la obra, pero también sabemos, gracias a otros especialistas, del impacto que los coros verdianos tuvieron durante el Risorgimento. Más complejo resulta establecer si lo que vemos en escena es el pueblo italiano oprimido o más bien cualquier pueblo oprimido. Si la intención del compositor es un criterio para la interpretación, entonces todos los pueblos oprimidos son el pueblo oprimido de Italia; tenemos que echar mano, dice Verdi en carta a Giuseppe Giusti, incluso de fuentes extranjeras si queremos representar nuestro propio dolor. Este criterio es muy útil para mostrarnos las ideas políticas de Verdi, pero podemos legítimamente preguntarnos si se constituye como límite para las interpretaciones posibles.

El director de escena Günter Krämer ha explotado el significado más explícito que el latente de Nabucco y nos muestra, casi desde el comienzo, al pueblo judío oprimido y maltratado. Así, el "Va' pensiero" es ofrecido con todo el coro recostado de espaldas en el suelo, que lentamente comienza a ponerse de pie para mostrarnos fotografías de mujeres y hombres asesinados durante la Shoá, que luego va depositando en el borde del escenario. El resultado es un efecto poderoso que explota la forma en que la opresión puede dar lugar al fortalecimiento de los lazos de solidaridad al interior de una comunidad. Sin embargo, ese resultado -insisto: muy impactante- queda flotando en una producción bellamente ejecutada, pero que vacía de significado a todo lo demás.

Maria Guleghina como Abigail, Nabucco, Ópera Estatal de Viena, 2001

Nabuco, en esta versión, es una especie de tirano encajado en un traje de dos piezas que manipula más por su presencia que por la fuerza (en ningún momento vemos al ejército de Nabuco). Si el pueblo judío de Verdi es el pueblo judío histórico, ¿qué es Nabuco? Krämer no nos lo dice y, salvo un ejercicio de creatividad y hermenéutica de la sospecha que no me interesa realizar, Nabuco permanecerá como un villano de cartulina.

Abigaíl viste un espléndido traje que no cambia en toda la función y todo el resto se presenta con un vestuario más bien formal. La iluminación es cuidadísima y se decanta en sus mejores momentos a través del manejo de perfiles a contraluz. La escenografía es mínima, excepto por los símbolos del poder encapsulados en una vidriera y que nunca son tocados. Y claro: todo parece sugerir que el conflicto no es político, que no se trata de opresión política, sino de alguna forma de maldad moral. ¿Se nos pide que reaccionemos empáticamente? ¿Que el dolor del pueblo judío nos conmueva? ¿O más bien que entendamos que ese dolor es también nuestro dolor, en cuyo caso el pueblo judío histórico podría haber sido simplemente el pueblo judío verdiano? La debilidad de la puesta en escena no reside en que tenga o no una pretensión universalista, sino en que concentrándose en una parte del contenido más explícito (más explícito para nosotros, habitantes del siglo XXI), olvida todo lo demás, incluido el conflicto interno del propio Nabuco.

Giacomo Prestia (Zaccaria) en el centro, final del acto tercero,
Nabucco, Ópera Estatal de Viena 2001

Leo Nucci ha sido durante las últimas décadas un sobrio barítono verdiano, cantando todo y en todos los teatros. No tiene la sensibilidad de Renato Bruson ni la pulcritud de Piero Cappuccilli, incurriendo en incontables lugares comunes al momento de actuar (véase su cara al final del Acto Segundo); pero es aceptable. Maria Guleghina es una Abigaíl más femenina a lo que estamos acostumbrado (probablemente porque todos crecimos con el vozarrón turandótico de la desaparecida Dimitrova), pero carece de la fuerza necesaria, la seguridad en los agudos, sin mencionar en clave paternalista el probable riesgo que corre cantando el rol cuando lo suyo es otro repertorio. Marina Domashenko es de las mejores Fenenas que pueda uno encontrar y Miroslav Dvorský una voz solamente correcta. Giacomo Prestia nos saca de los Zacarías eslavos de Ghiaurov y Nesterenko; posee una voz más delgada y pequeña, siendo algo inexpresivo tanto a la vista como al oído, pero sirve para acordarse que la ópera italiana puede prescindir del mito del "bajo ruso". Luisi dirige al estilo que ahora parece ser la regla para el repertorio italiano: ágil y claramente.

Se trata, en suma, de una producción estimulante, y eso es más de lo que se puede decir de muchas puestas en escena de las óperas tempranas de Verdi. Es comparativamente, además, el mejor Nabucco disponible en devedé; aunque después de todo, sobrepasar al épico cartón piedra de la Arena de Verona no es demasiado difícil.

Cristóbal Astorga Sepúlveda
Mayo de 2007, Santiago de Chile
kastorgas@tiempodemusica.com.ar

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Publicado originalmente el 7 de mayo de 2007

 
Publicado el 26/05/2007
     
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