Leonardo Pastore / Foto de Nelson Gutiérrez
Tal vez uno de los temas medulares para todo artista es el hecho de definir su identidad. Ese recorrido de búsqueda, de superación, de incertidumbres, es la carta de presentación que va a gestar el vínculo con el público, porque en definitiva la identidad está relacionada con un movimiento subjetivo de afirmación.
¿Cómo creés que se sintetizó tu estilo, tu forma actual de cantar? No sé, creo que termino siendo un artista que hace lo que ama hacer y canta lo que le gusta, lo que siente cantar. Va por ahí. Tener la posibilidad de cantar es maravilloso, es un sentimiento a flor de piel. Siempre digo se canta para uno y después se canta para los demás, para poder expresar con la voz los sentimientos que está diciendo el texto, los estados de ánimo, dentro de eso también es todo lo escuché y recibí.
¿Qué influencias de Gardel reconocés en tu manera de cantar? Cuando canto Gardel soy muy gardeliano, debe ser por eso que te digo de chiquito que quería ser como él. Me enseñó a cantar de un modo que lo puedo hacer tranquilamente y puedo hacer que la voz corra, más allá del estudio posterior que tuve. Siempre digo, y alguna vez también se ha debatido sobre este tema, que hay que escuchar a los grandes cantantes, siempre. No para imitarlos, pero siempre de los grandes cantantes vas a aprender algo. No se puede ignorar todo lo del pasado, al contrario. Hay que escucharlos, prestar atención, estudiar, averiguar.
Leonardo Pastore / Foto de Nelson Gutiérrez
¿Cómo fue que después llegaste al canto lírico? Voy a contar una cosa que nunca la conté. En mi casa había discos de Tito Schipa, de Caruso, de Lily Pons. El primer disco que escuché de Tito Schipa, que fue el que me dio una especie de puntapié, era cantando tangos. Vida mía lejos más te quiero [canta]. Me encantaba y mirá cómo sería de inconsciente, que un día escucho por radio a Tito Schipa cantando el lamento de Federico [de la ópera L |