Wolfgang Amadeus Mozart, en el centro, en una de las funciones de El rapto en el serrallo en Berlín, 1789, con Franz Frankenberg como Osmin y Friedrich Ernst Wilhelm Greibe como Pedrillo
De los personajes mozartianos, Osmin ha de ser uno de los que despiertan más sentimientos encontrados: un fanático musulmán, un gordo bufonesco, un rol para un bajo que quiera mostrar sus notas más graves, un bully, un enamoradizo, un depredador sexual. Durante décadas hemos visto enfoques diferentes, y cada cantante y director de escena tienen su mejor arsenal de argumentos para justificarlos. El propio Mozart se enfrentó a esta dificultad: ¿cómo pintar musicalmente aquel momento en que Osmin las emprende con el pobre Pedrillo y lo amenaza con decapitarlo y ahorcarlo (sí, en ese orden)? En carta a su padre Leopold (26 de septiembre, 1781) expresaba así el problema:
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